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30 agosto, 2010

Comparaciones Odiosas VIII – Censura

La discusión sobre el ejercicio de la censura es algo tan antiguo y tan inacabable como la civilización (no sé si nuestra civilización tendrá fin, pero si lo tiene, coincidirá con el de la censura). Desde aquellos que la ejercen sin complejos, a aquellos que la combaten en todas sus formas, los debates toman tantas tonos y matices como la naturaleza de lo que es censurado.


A muchos les gusta que se censuren contenidos que no van destinados a ellos, a pocos les gusta que se censuren los contenidos que a ellos se destinan, y ninguno, que yo sepa, quiere ser censurado frente a los demás. Está claro que la cuestión cuenta con un grado de subjetividad notable. ¿Pero debería la censura ser un principio universal, gestionado y dirigido sin discriminaciones arbitrarias?

No quiero ponerme profundo en esto, porque luego empezamos con digresiones morales, que valen más para un libro que para un post. Baste con señalar que parece necesario hasta cierto punto un grado de censura en la información que reciben, por ejemplo, los niños; cumple más su función que un niño no toque la lejía para nada, que conseguir que entienda las propiedades químicas del líquido y los daños que podría causarle su ingestión. Ocurre que al entrar por esa grieta, damos paso a un mundo de casos y excepciones del tipo: esta clase de personas no está lista para esta clase de información.

¿Debe una sociedad permitir la libre circulación de información que ponga en peligro su estabilidad? No me refiero únicamente a que los chinos impidan que Google desmorone los restos de sus cimientos comunistas, sino también por ejemplo a la circulación libros, doctrinas o panfletos que promuevan y ensalcen controvertidos temas como el racismo, la guerra santa, los asesinatos en masa o el canibalismo. La cuestión ya no parece tan clara, ¿verdad? La respuesta sencilla es: sí, deben censurarse aquellos temas que “yo” considero censurables. Ocurre que ese “yo” suele ser normalmente “otro”.

A mi, personalmente, no me gusta que “otro” decida lo que yo puedo o no llegar a saber. Pero, claro, “yo” como individuo tengo más criterio que cuando me uno al “nosotros” de la masa social de la que formo parte. Entonces me vuelvo un poco más bobo, un poco menos tolerante, y un poco más susceptible a la propaganda. Quizás lo que me conviene a “mí” no es lo que más nos conviene a “nosotros”. Ni a “ustedes” cuando se los toma por separado. ¿O sí?

27 agosto, 2010

Transmeme XIX

No se dejen atrapar en un concurso juvenil de popularidad.

25 agosto, 2010

Preguntas con Respuesta VII – Adiós, Tintin

¿Cuándo desaparecerá Tintin? Bueno, podríamos decir que ya feneció con su autor, Hergé, puesto que la franquicia del personaje se acabó con su traspaso, de manera que nuestro joven/viejo reportero no protagonizará ya más aventuras. Ahora la pregunta es si desaparecerá también su recuerdo, y cuándo lo hará. ¿Podría ser pronto?
  

El motivo de esta pregunta sale a raíz de la reivindicación que vienen realizando diversos grupos desde ya hace algunos años para que se retiren de los estantes de librerías y bibliotecas todos los volúmenes de algunos números de Tintin, en especial la aventura de Tintin en el Congo, por  hacer un retrato desfasado, desorientador, e inexacto de ese país, mostrándolo bajo el prisma colonialista de la época, con todos los prejuicios e inexactitudes que, vueltos hacia el nuevo siglo, se hacen patentes. No sé cómo acabará el tema, pero como siempre, se me ocurren al menos dos puntos de vista comentables.

23 agosto, 2010

Transmeme XVIII

Correr en la noche, a lo largo del río y los campos de patatas, pasar por el cementerio y los gatos de ojos-espejo.

20 agosto, 2010

Preguntas con Respuesta VI – ¡Atención! ¡Atención al cliente en acción!

Es para tomárselo a broma, sino fuera que en muchos casos cuando uno está hablando, lo hace a través de un número 900 que le cuesta su buen dinero. Digo yo, ¿Por qué en los departamentos de atención al cliente, se presta tan poca atención al cliente? Eso es lo que parece, dada la dificultad para comunicarse, para hacerse entender, y para obtener la solución a los problemas de uno. Los sistemas que yo he conocido son de dos tipos: los malos, y los peores.

Cuando tengo que hablar con un proveedor de algún servicio me entran todos los males, ay, ay, ay. Si es por correo electrónico, me siento algo más cómodo, aunque tengo que esforzarme en hacer frases escuetas, claras y concisas. No por nada, pero temo que si no se entiende bien mi ruego, puedo pasarme semanas intentando aclararlo. Y eso cuando el correo electrónico recibe respuesta, que no es siempre. Por cierto, que es agradable recibir respuestas personalizadas, pero en aquellos casos en que escriben mal el nombre de uno o le cambian el género, se pierde un poco de encanto, ¿no?


Pero eso son pequeñeces. Lo jugoso empieza con las llamadas. (No me gustaría que esto pareciera uno de esos jocosos monólogos de los cómicos, pero es que las situaciones son tan patéticas que a veces dan risa y pena por sí mismas.) El primer objetivo es lograr hablar con un ser humano, a veces ya es difícil, porque te salen al paso las máquinas, (los sistemas Interactive-Voice-Response), que en el mejor de los casos se guían por teclas del teléfono, pero los más osados, los peores, te piden… ¡Que hables con ellos! Y entonces empiezas a parecer el bobo, vocalizando como en la escuela «Quie-ro-ha-blar-con-al-guien», para que el aparato de las narices te diga «Repita su consulta». Sé que la tecnología de reconocimiento de voz y gramática es compleja, así que hágannos un favor a todos: ¡Métanla en un cajón hasta dentro de cuarenta años!

Los que no van de sofisticados, y tienen un locutorio en algún lejano país de la misma habla y menores costes laborales, suelen tener otro problema. «Todos nuestros asesores se encuentran ocupados, rogamos espere unos segundos», y luego te tienen un montón de minutos esperando. Los malos te ponen una estridente música insoportable. Los peores, los peores aprovechan para comunicarte nuevos servicios y productos. ¡Encima que tengo que esperar, estoy pagando por tragarme su publicidad!

18 agosto, 2010

Transmeme XVII

Tomen algo de perspectiva: un poco de hueso, un poco de carne y un poco de ruido.

16 agosto, 2010

Teatro del Mundo V – El Voyeur del Gusto

Suena un poco a pervertido, lo sé. Y no sé hasta qué punto así será. La verdad es que descubrí con el tiempo, que yo disfrutaba contemplando a otros disfrutar. Y no piensen en los deleites del juego carnal, no hablo de sexo, como se entiende en el clásico voyeurismo. Si quieren, ya pueden saltar a otra página o a otro tema.

Verán, yo jamás he sido persona de grandes pasiones ni aficiones. Disfruto las cosas con moderación, y aunque me gusta casi todo, no puedo decir que me vuelva loco por ningún alimento, bebida, distracción, tema, actividad, color, o día del año. Supongo que eso no es ni bueno ni malo, pero algunas veces me hubiera gustado encontrar alguna afición o deporte que hubiera concentrado todo mi esfuerzo e ilusión. Como aquellos coleccionistas compulsivos, cinéfilos, fabricantes de maquetas, corredores de maratones o futboleros que pueden hacer de su pasión casi una razón de vivir. Bueno, quizás exagero un poco, pero me entienden, ¿verdad?

La cuestión es que quizás esta ausencia en los placeres extremos, me ha llevado a fijarme en el gusto que los demás encuentran estas cosas. Así es, cuando un compañero saborea un buen whisky escocés, o sorbe con placer un cigarrillo, o come con fruición un buen bocadillo de jamón, cuando una amiga se complace en ponerse aquellas elegantes prendas de ropa que más le alegran, cuando unos padres babean con las naderías de su bebé, cuando acompaño algún amigo en su deporte o afición favorita, yo miro, y disfruto.


 
No me pregunten porqué, tampoco me apetece psicoanalizarme, pero así es. Y a fin de cuentas, mejor eso, que ser de aquellas personas que para sentirse bien tienen que amargar el día a todo el personal de su alrededor. Será empatía, no lo sé, pero cuanto más disfruten ustedes, más disfruto yo.

13 agosto, 2010

Transmeme XVI

Nacemos para ser perfectos. Acabamos siendo plomo, cobre, estaño, de acuerdo con la crudeza del aire.

11 agosto, 2010

Comparaciones Odiosas VII – El Banco de todos

Así es como les gusta llamarse a algunas entidades financieras en su publicidad. Por aquello de llegar a más audiencia, ya se sabe.

Sin embargo, tras los hechos de estos últimos años, parece que deberíamos hacerlo efectivo. Convertirlo en el Banco de todos de verdad. Sí, sí, aunque parezca que estoy blasfemando, estoy hablando de convertir los bancos en entes públicos.

Antes que se me lancen todos al cuello, déjenme exponer algunos datos. Las entidades financieras, probado está, comercializan un servicio de primera necesidad, un servicio público, porque todos necesitamos de él (facilitar el crédito y el ahorro). La oferta de este servicio no puede ser algo discrecional, hay que garantizar que existe. ¿Qué ventaja ofrece un mercado de libre competencia, cuando no podemos permitirnos que la selección natural anule a los peores participantes del sector (léase las ayudas que los gobiernos deben dar a los bancos, para que no quiebren)? ¿Qué eficiencias nos aporta cuando el único destino que les queda ante sí es generar beneficios o, generar más beneficios aún?

Si los más sonados frutos de la iniciativa privada de este sector son progresos del tipo: nuevo producto del i+d (hipotecas sub-prime, ninja, etcétera valoradas a riesgos ficticios), eficiencias en costes (bonus para los directivos estratosféricos, sueldos blindados con primas escandalosas) y contribución a la sociedad (cuando más se necesita el crédito, menos vamos darlo), ¿dónde está la gracia?

Ah, es verdad, si se intervinieran y nacionalizaran los bancos, todos los capitales huirían del país, por lo pronto. No recordaba yo que la ineficiente gestión gubernamental da todavía más miedo que la irresponsabilidad de algunas sociedades privadas.  Creo que el único gran cambio de paradigma que veremos será, cuando la mayoría de transacciones ya sean por internet, la creación del Banco y Moneda Google.

09 agosto, 2010

Transmeme XV

A los no-creyentes en nada: el primer acto de fe es pensar que seguirá existiendo en 10 segundos.

06 agosto, 2010

Comparaciones Odiosas VI – La virtud de lo marginal

Como habitual lector de comics (o tebeos, novelas gráficas, como lo quieran llamar), hay algo que he sufrido y agradecido alternativamente durante mi vida.

Al ser consumidor de un producto que ha vivido casi siempre en la marginalidad cultural (no podemos decir que sea precisamente cultura de masas, al menos en este país) he padecido, demasiado a menudo, los inconvenientes de ser parte interesada de un sector pequeño, inestable y frágil con poca demanda; a saber: ediciones de baja calidad, o precios muy altos, poca oferta de títulos, largas esperas para las publicaciones, cancelaciones de colecciones, dificultad para encontrarlas en las tiendas, e imposibilidad de sociabilizar con el tema (a menos que fuera con los pocos aficionados como yo, que una vez se reconocen como tales, se miran con la estima de aquellos viajeros que cruzan solitariamente un desierto sólo he recibido incomprensión y miradas de soslayo).


De igual manera, estos inconvenientes, vienen motivados por las mismas razones que hacen de esta afición algo infinitamente agradable. El poco interés (por el volumen) que suscitamos como colectivo de lectores, como mentes permeables a contenidos, nunca lo hizo demasiado interesante para la máquina trituradora. La máquina homogeneizante, institucional, censora y marquetiniana de las superventas y los grupos de interés (colectivos morales, gubernamentales, corporaciones editoriales) apenas llegó a afectarnos (no al menos como lo ha hecho con la literatura, cine, y otros).

Por esa razón, he tenido el lujo de leer en comics sobre casos y cosas que aunque podrían ser tratados igual de bien en otros medios, jamás tendría la posibilidad de hacerlo. He llegado a conocer autores más personales, he sorbido su creatividad con menor limitación, y disfrutado de formas más experimentales de contar cosas.

Así que, aunque tenga que sufrir que mis preferencias como consumidor no formen parte del ‘mainstream’, debo admitir que poco interés tendría para mí si fuera de otro modo. Desde aquí mi saludo más cariñoso a los que en verdad sufren/gozan que esto sea todavía un mundo marginal, los que intentan vivir de ello: autores, editores, libreros. Ánimo, valientes.

04 agosto, 2010

Transmeme XIV

La continuidad del “yo” es sólo una ilusión.

02 agosto, 2010

Teatro del Mundo IV – La Teletienda

Alguien debe de haber dicho: “La televisión define cómo es la sociedad” Y si no lo ha dicho, debería hacerlo. Creo que se puede aprender más de cómo somos mirando una semana entera la parrilla televisiva, que leyendo un ensayo sobre sociedad o un estadística de hábitos de comportamiento. Y además admitámoslo, es más entretenido, casi siempre.

Hace unos años, con la venida de las cadenas privadas, descubrí el fabuloso mundo de las teletiendas. La bomba de vacío, el cuchillo de filo eterno, el exprimidor-coctelera, el cebo artificial de chillones colores, el rodillo de pintar, el rotulador quita-arañazos, las plantillas crece-patas y tantos y tantos otros productos estrella revolucionarios.

Los productos así tienen su gracia, especialmente por saber que no puedes salir a una tienda y adquirirlos (a no ser que sea su versión no-original), pero la forma de presentarlos, eso sí que merece elogio. Ah, el espectáculo. Es sencillamente sublime.
 
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Fototrampas por Iván Cosos J.N.S.P.S. está registrado bajo una Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.